Tras unas largas semanas sin dirigirme a ustedes y con el blog casi en mínimos, retomo la actividad de nuevo. En esta ocasión me gustaría echar la mirada atrás hacía una entrada que realicé hace ahora casi dos meses en la cual volvía a criticar la actual sociedad de consumo. En ella, lo más importante, sin duda, era el magnífico video (titulado “La historia de las cosas”) que ponía de manifiesto y reflejaba, de una forma muy competente, todos los entresijos de este mundo pervertido bajo el gobierno de las compras y, en consiguiente, de las empresas y multinacionales. Por este motivo considero de vital importancia retomar el tema y realizar, en la medida de lo posible, una crítica constructiva del mismo.
Ya en los primeros minutos del video, encontramos una de las primeras objeciones al actual sistema político: la finalidad de los gobiernos. Cuando llega la campaña electoral todos los partidos y representantes sólo miran por y para el pueblo, defiende sus intereses y prometen que van a hacer todo lo que sea por sus ciudadanos. En cambio, una vez en el poder parece olvidárseles todo y pasan a actuar solamente por y para las empresas. Es más, no hay nada más que mirar un momento la situación de nuestro país, en la que las recalificaciones de terrenos masivas en favor de grandes constructoras están a la orden del día. Entonces, nos cabría preguntarnos: además de en las elecciones, en el proceso productivo y en la recaudación de impuestos, ¿dónde más aparecemos los ciudadanos?
Junto a esto, en el video se propone como símbolo del gobierno estadounidense un tanque, debido a la gran cantidad de dinero que se destina a las fuerzas armadas en esa nación. Si trasladamos esto al Estado español, ¿qué símbolo o imagen plantearías para representar la acción del gobierno? Yo, personalmente, propondría dos imágenes, una que representara la relación entre el gobierno y las empresas, y otra que tratara al gobierno en relación con los ciudadanos. Para ambos casos emplearía situaciones muy típicas en la naturaleza. La primera imagen estaría protagonizada por dos perros lamiéndose el trasero, en la cual el primer perro simbolizaría a las empresas y el segundo, que se encuentra realizando la acción, sería el gobierno. En cambio, para la relación ciudadanía-gobierno, emplearía el dibujo de un gato y un ratón. El gato, con notable superioridad y garras afiladas, haría las veces de gobierno, mientras que el ratón, solo e indefenso, representaría a los ciudadanos.
Dejando de lado la actuación de los gobiernos, nos trasladamos de lleno al proceso productivo, ante todo, la base del sistema de consumo. Si, como dice el video, bien es cierto que en tan solo tres décadas hemos consumido un tercio de los recursos existentes en la naturaleza, ¿hasta cuándo podremos seguir con este ritmo? ¿Qué tendrá que ocurrir para que nos concienciemos que esta situación es insostenible? Aplicando una simple regla de tres, podemos calcular que en torno a dentro de sesenta años ya habremos consumido todo las materias primas de que disponemos en la naturaleza, y, por tanto, habremos destruido toda forma de naturaleza. Y no simplemente destruimos los recursos presentes en nuestros países, sino que nos trasladamos a los Estados del Tercer Mundo y aprovechamos su debilidad para explotarlos al máximo. Entonces nos llevamos las manos a la cabeza preguntándonos por qué hemos dado lugar a esa situación o culpando a los gobiernos de que no han hecho nada al respecto. En cierto modo, parte de carga reside en la no intervención de los gobiernos, pero no toda debe estar en ellos, sino en nosotros, que somos quienes compramos y consumimos haciendo que el sistema se mantenga y gane apoyos.
Pero lo más grave no queda ahí. No son simplemente son los recursos los que están en el juego del consumismo, sino que en este sistema también hay que fijar aún más la atención en las personas. Se antepone un mísero beneficio a la vida de miles de millones de personas. Sobreexplotación, productos tóxicos, desplazamientos,… son algunos de los factores que condicionan el mercado de consumo. Entonces, ¿cuánta cantidad de dinero se necesita recaudar para que salga rentable la muerte de vidas humanas?
Después de que las empresas hayan destruido el planeta, vidas y familias enteras, después de haber envenenado todos sus productos con químicos tóxicos, se disponen a vendérnoslos enmascarados con una cajita de cartón reciclado (así todos nos creemos que estas empresas son muy buenas y cuidan el medioambiente, obteniendo el apoyo de los gobiernos), ante todo, con un precio muy barato.
Si trasladamos la teoría a la práctica, al entorno cercano que verdaderamente nos afecta, podemos apreciar una clara muestra de esto que intento explicar, los productos procedentes de China. En el mundo de crisis actual que vivimos, se han puesto muy de moda los artículos “made in China” caracterizados por su bajo coste. Pero, ¿realmente sabemos que quiere decir esa frase tan común presente en casi todos nuestros productos cotidianos? Cuando me refiero a qué significa no me estoy centrando en su traducción del inglés, sino más bien a lo que realmente esa denominación esconde. Si preguntamos a cualquier persona por qué compra este tipo de productos nos responderá rápidamente porque son más baratos. No obstante, ¿alguien sabe por qué son tan baratos estos artículos? La respuesta es muy simple: millones de personas de todas las edades con un salario tan reducido que no les permiten ni mal vivir son empleadas en el proceso de fabricación, las empresas que las contratan (por decirlo de alguna forma, ya que ni les firman contrato, ni seguridad social, etc.) no tiene que pagar nada en prestaciones sociales, pues los gobiernos de esos países pasan absolutamente de sus ciudadanos. De este modo, conseguimos que, por ejemplo, un bolígrafo fabricado en China cueste 50 céntimos, mientras que uno fabricado en España tenga un precio de dos euros. A su vez, esto compone un nuevo círculo vicioso, el cual hace que los bolsillos de las grandes multinacionales crezcan más y más a costa de los demás, mientras que las pequeñas y medianas empresas españolas que cumplen todo tipo de legislación vigente en referencia a sus trabajadores y el medioambiente se arruinan poco a poco debido a que no pueden hacer frente a este tipo de competencia desleal e ilegal.
Hemos llegado a tal extremo de consumismo que ni siquiera somos conscientes de nuestros actos, de la sociedad tan pervertida que hemos creado. Por un lado, ya no se trata a las personas por lo que son, sino por lo que poseen: si no tienes, no existes. Los grandes ideales han pasado a ser las grandes fortunas. Por otro lado, solamente nos importa poseer cosas en cantidad, cuanto más se tenga mejor, y, para ello, necesitamos trabajar más para conseguir más dinero y poder comprar más. A su vez, para que estas compras puedan ser totalmente efectivas debemos consumir artículos los más baratos posibles, los cuales esconden, a su vez, la explotación humana. Hemos luchado cientos de siglos para poder conseguir la Declaración de Derechos Humanos para ahora coger y tirarlo todo por tierra si así vamos a conseguir un ordenador más barato con el cual poder hacer esta reflexión.
Y por si esto fuera poco, los medios de comunicación nos inculcan todo el día el mismo concepto de consumismo y nosotros actuamos como si fuéramos máquinas programadas para comprar y comprar sin parar.
El motivo primordial porque escribo esto es para hacer hincapié e intentar mostrar al mundo toda la verdad posible del consumo, sin duda una de las actividades más realizadas en el mundo occidental. Si realmente somos conscientes de ello, ¿seremos capaces de actuar y cambiar? ¿Seremos capaces de demostrar al mundo que nuestra voz, nuestra vida, y nuestro protagonismo son más importantes que un mísero euro? Somos nosotros los que auténticamente tenemos las riendas de este mundo y los únicos que podemos reorientar esta sociedad, pues en nuestras manos se encuentra todo el dinero que tanta ansia les causa a los grandes empresarios. Por eso, lo que se propone es un sistema de consumo responsable, en el cual solamente compremos aquello que necesitemos, en el cual los medios de comunicación sólo estén para informar y no para vender, en el cual la publicidad engañosa este totalmente prohibida, en el cual no existan poderosas empresas ni marginados trabajadores, en el cual…. Por estos y por otros muchos motivos, me gustaría proponer una pequeña reivindicación en contra del consumismo. Intentemos todos juntos, por una vez en la vida, dejar de lado a la moda; me refiero, ahora que se acerca la campaña de verano, a intentar no comprar ningún tipo de ropa moderna, simplemente reutilizar la de otras temporadas. De esta forma, si realmente somos capaces de realizarlo, les demostraremos a las poderosas empresas que somos nosotros quienes dominamos este mundo y, sobre todo, que son ellos los que están en nuestras manos, y no al revés, como tantas veces nos quieren hacer ver.
Con esta propuesta termino, no sin antes decir que… ¡todos juntos podemos acabar con esta lacra de consumismo!
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