En esta ocasión, hablaremos del hedonismo o epicureismo, teoría ética basada principalmente en la búsqueda del placer como bien supremo y meta más importante en la vida. Su principal exponente es, como su nombre indica, Epicuro de Samos, filósofo ateniense del siglo IV a. C.
Cuando hablamos de la búsqueda del placer por encima de todo no nos estamos refiriendo a los placeres terrenales, sexuales o gulosos, sino a aquel que nos va a proporcionar la felicidad definitiva, más allá de un instante. Es por esto por lo que Epicuro hacía un llamamiento a calcular con sensatez los placeres, aplicando la razón y el conocimiento, a fin también de evitar el máximo dolor posible. Así, el hedonismo se va a regir por la búsqueda de los placeres más intensos y duraderos, y, a la vez, menos dolorosos.
Alcanzar este estado de placer permanente no consiste en vivir una fiesta constante, sino todo lo contrario, llevar una vida tranquila, en paz y armonía, tal y como hacía Epicuro. Para él, su felicidad no consistía en tener grandes riquezas o propiedades, sino en vivir dedicado a sus amistades y con una profunda reflexión. De esta forma, llevaba un estilo de vida sencillo, rodeado en todo momento de amigos.
Si echamos una mirada hacia la sociedad del momento, nos daremos cuenta que lo que prima a la hora de actuar es el principio del deseo y el placer, dando por entendido que todo placer va a traer consigo la felicidad. De esta forma, las grandes empresas multinacionales, los medios de comunicación, etc., nos intentan persuadir mediante la publicidad para darnos a entender que solo ellos y sus productos nos pueden dar el placer y la felicidad que tan ansiados buscamos. Nos dan a creer que nos dan la libertad para elegir pero solo nos imponen una marca, un modelo. Así, hemos construido nuestra sociedad en valores como el consumismo, intentando mostrar siempre una imagen externa perfecta de nosotros mismos, que en la gran mayoría de casos pasa a ser irreal, inmoral y muy imperfecta.
Hemos intentado poner a la práctica todas las enseñanzas epicúreas, pero nuestra avaricia y codicia han hecho que llevemos al polo opuesto nuestra sociedad, nuestra vida. Hemos hecho que el placer se convierta en una necesidad y que esa necesidad se haga imposible de realizar. Hemos permitido que se haga y se siga haciendo, sin poner remedio ni solución. Y lo peor aún, hemos cambiado la libertad que nos da el placer eterno por un determinismo en busca del placer instantáneo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario